LOS PASHTUNES Y LA PROVINCIA DE LA FRONTERA NOROESTE (NWFP) |
La
Provincia de la Frontera Noroeste (NWFP) es la tierra de
los pashtunes, quienes a su vez constituyen hoy en día la
mayor sociedad tribal autónoma en el mundo. Las Áreas
Tribales ocupan cerca del 25% de la Provincia, se dividen
en siete Agencias, todas ellas cerradas para los
extranjeros y para la mayoría de los pakistaníes que no
sean de origen pashtún. El poder está en manos de los
jefes tribales llamados maliks (alrededor de cien en cada
Agencia) quienes se basan en la tradición a la hora de
resolver las cuestiones internas.
Las Áreas Tribales forman un Estado (o varios) dentro del
mismo Estado pakistaní, cuentan con sus propias leyes y
jefes locales, y el gobierno central carece de toda
autoridad en estas áreas. Precisamente hoy en día
soldados del ejército pakistaní están librando combates
en la zona de Waziristán del Norte y del Sur (dos de las
siete Agencias en que están divididas las Áreas
Tribales) en busca de Osama Bin Laden. Las tribus son
grandes redes de bienestar social (hacen el trabajo del
Estado) y su vida política está dominada por la Jirga,
una especie de parlamento de ancianos tribales.
Los pashtunes se rigen por un código moral medieval,
llamado Pashtunwali, el cual está por encima de cualquier
ley y consta de cuatro principios fundamentales:
hospitalidad, venganza, honor y sumisión del perdedor
hacia el ganador (ya sea en una lucha o en una disputa)
quien a su vez debe demostrar magnanimidad. Es un código
más severo que la propia ley coránica, exige venganza de
sangre por casos de asesinato y castiga el adulterio sobre
la base de simples rumores. Es una cultura dura e
implacable, exenta de sutilezas e indiferente al mundo
moderno, una sociedad de hombres en donde la masculinidad
viene representada por el valor, la capacidad para
soportar el dolor físico, la destreza con las armas y la
longitud y espesura de la barba.
Los pashtunes son de origen indo-ario, pertenecen a la
rama sunní y su lengua tiene influencias del persa. Los
varones consideran a las personas que tienen a su cargo,
especialmente a sus esposas, como posesiones privadas y
para ellos las mujeres son físicamente débiles, falsas y
tempestuosas. Los pashtunes consideran a la zona del
Punjab (este de Pakistán, Lahore, Multán, Rawalpindi,
etc.) como parte del subcontinente indio, y a sus
habitantes como musulmanes con la religión en los labios
y el dinero en el corazón. Los ven como físicamente
diferentes a ellos, débiles, oscuros, de nariz ganchuda,
pobres de espíritu y carentes de principios. En la
Frontera Noroeste lo único peor que un punjabí es un
hindú, sólo los diferencia la religión.
|
Capital
de la Provincia de la Frontera Noroeste, Peshawar, desde
un punto de vista cultural, topográfico y político,
forma parte más de Afganistán que de Pakistán.
Nos alojamos en el Green's Hotel, famoso durante la época
de la invasión soviética de Afganistán porque por allí
pasaron periodistas, reporteros gráficos, espías, jefes
tribales, diplomáticos, contrabandistas y todo aquel que
algo tuviera que ver con esa guerra.
Por la noche cenamos en el restaurante del hotel, estamos
nosotros solos y mientras conversamos con el camarero, se
oyen tres fuertes disparos que retumban detrás de una
puerta que está justo a nuestro costado. Luego de unos
segundos de incertidumbre, la cara del camarero vuelve a
la normalidad y nos dice que seguramente fue el jefe que
está disparando dentro de una habitación contigua al
restaurante. Vamos, que es como jugar a los dardos en un
bar cualquiera de Madrid... pero con balas!
Desde que entramos a Pakistán nos llama la atención la
cantidad de gente armada que se ve por todos los sitios.
Para un baluchi o para un pashtún, las armas forman parte
de su cultura, hemos visto a un hombre llevando sobre sus
hombros a un crío de no más de diez años con una
pistola en la mano y a otro chaval apuntando hacia los vehículos
que circulaban por la carretera, en ese momento le pregunté
a Luisa si había visto lo mismo que yo porque era de no
creer. Gente sin uniforme y con fusiles al hombro,
caminando al costado de la carretera o por las calles de
los pueblos, es algo normal. Tal es así que en muchos
controles nos preguntan si llevamos armas en el coche....
A excepción de la zona del Barrio Universitario con sus
casas y chalets de dos y tres plantas, antenas parabólicas
y seguridad privada, Peshawar es una ciudad afgana. Se
calcula que la mitad de la población actual está
compuesta por refugiados afganos y más de dos millones
viven en esta zona de Pakistán, incluyendo los
alrededores de Peshawar. Los campos de refugiados son
deprimentes, la gente vive en casas de adobe en
condiciones penosas y llaman la atención los ataúdes, de
varios tamaños, colocados de pie al costado de la
carretera. Son fabricados por los refugiados y los ponen
allí para venderlos y si bien no es algo ilógico, nos
sorprende porque en realidad estamos más acostumbrados a
ver en una carretera un puesto de frutas, por poner un
ejemplo, que media docena de ataúdes...
El Cantonment es la parte moderna y más segura de la
ciudad, cuenta con calles asfaltadas e iluminadas y existe
un cierto orden imposible de encontrar en el resto de
Peshawar, claro está que para acceder a esta zona hay que
atravesar controles militares ubicados en todos los cruces
de acceso. Desde el Cantonment se llega a través del
Khyber Bazaar a la Ciudad Vieja, verdadero corazón de
Peshawar. Calles atestadas de miles de personas
compartiendo el poco espacio disponible con cientos de
bicicletas, rickshaws, carros tirados por animales,
algunos coches pequeños, motocicletas, cyclo-rickshaws y
puestos de venta ambulante, algo difícil de imaginar. Y
aunque parezca increíble, en medio de todo ese caos y en
plena hora punta aparecemos allí con el Toyota!
Cuando nos damos cuenta del error ya es demasiado tarde y
no podemos evitar tener que atravesar todo el bazar con el
coche. El atasco que se forma y la situación en sí misma
es de película debido entre otras cosas a que el ancho
del Toyota impide que puedan pasar los carros y coches
pequeños que vienen en dirección contraria. Un par de
policías bajan de un coche y tratan de poner algo de
orden quitando los puestos callejeros para ganar espacio,
pero las motocicletas y bicicletas lo aprovechan para
adelantar y así sucesivamente durante la hora y media que
tardamos en recorrer algo menos de un kilómetro. La gente
nos mira con cara de asombro y hasta un grupo de mujeres
con burka se nos acerca sin disimulo al no dar crédito a
lo que ven sus ojos, si es que realmente pueden ver algo
detrás de una inhumana rejilla
|
DARRA,
EL BAZAR DE LAS ARMAS |
A unos
50 kms al sur de Peshawar se encuentra Darra, un pequeño
pueblo cuyos habitantes se dedican exclusivamente a la
fabricación de armas y tienen la capacidad de poder
copiar cualquier tipo de armamento que haya en el mercado.
Al estar ubicada en una zona tribal, las leyes pakistaníes
no son de aplicación en este lugar, y la ciudad y el
comercio de armas están controlados por los afridis, una
rama tribal de los pashtunes.
Darra cuenta sólo con una calle, un kilómetro en línea
recta con tiendas a ambos lados que se dedican todas a la
venta de armas y artículos relacionados con las mismas.
Se calcula que cerca de 40.000 personas viven de este
negocio, y pueden fabricar entre 400 y 700 armas
diariamente, ya sean pistolas, rifles, revólveres,
fusiles, ametralladoras o cualquier tipo de armamento que
se les solicite, sólo hay que darles una pieza de muestra
para que puedan hacer una réplica exacta de la misma.
Darra abastece de armas no sólo a las áreas tribales de
Pakistán, sino que gran parte del armamento utilizado en
Afganistán procede de esta zona y según nos comentan,
rusos, chinos y africanos suelen verse por el lugar. Aquí
no hay cuestiones políticas, religiosas o morales que
influyan en el negocio, sólo se necesita dinero y valor
para venir aquí y negociar con los afridis.
Llegamos a Darra, recorremos la calle principal y la
verdad es que no nos animamos a bajarnos del coche. Está
más que claro que turistas no hay ninguno y las caras
serias con las que nos miran no invitan a ello. Seguimos
unos kilómetros más hasta llegar al Kohat Pass (Paso de
Kohat), un puerto de montaña con unas vistas muy bonitas
pero poco transitado hoy en día al haberse construido un
túnel de peaje para evitar las curvas y los precipicios
de la carretera que pasa por el puerto.
Decidimos regresar y pasar nuevamente por Darra en lugar
de ir a Peshawar por el túnel y la carretera principal.
Ni bien entramos al pueblo nos cruzamos con tres coches
que festejan una boda con disparos al aire, y unos metros
más adelante nos para un policía o eso es lo que parece,
porque lleva un uniforme que bien lo pudo haber comprado
en cualquier tienda de allí. Nos invita a entrar a una de
las tiendas a tomar un té y a mostrarnos las armas que
allí se exponen, pregunto donde puedo dejar el coche y
ningún problema, allí mismo se queda.
Las tiendas en realidad son locales pequeños, sin puertas
ni escaparates, con un cierre metálico en la entrada y en
donde hay que sentarse en la alfombra después de quitarse
los zapatos, mientras desde fuera puede verse todo lo que
pasa allí dentro. Son como cualquier tienda de Pakistán,
sólo que en lugar de vender telas o ropa, aquí se
consiguen granadas de mano a muy buen precio y está
prohibido sacar fotos. Lo primero que nos traen es un
Kalashnikov, luego una Uzi, un Beretta y un par de fusiles
más cuyas marcas no recuerdo. Después de los fusiles
aparecen las pistolas, los revólveres y una granada de
mano, que colgada de la mochila no quedaría nada mal. Y
por último nos ofrecen por seis euros un bolígrafo que
dispara una bala del calibre 22.
Desde el comienzo utilizan la táctica del "te quiero
vender pero no pienses que quiero venderte", la cual
consiste en decir algo positivo y acto seguido, algo
negativo para despistar. Por ejemplo, este fusil cuesta
100 euros, un regalo, pero es peligroso llevarlo en el
coche. Otro ejemplo sería, cualquier arma que te interese
podemos probarla ahora mismo, pero ten en cuenta que los
controles en los aeropuertos son exhaustivos, o este otro,
si compras en Darra nadie te pedirá ningún papel, pero
seguramente no podrás legalizar el arma en tu país.
La información positiva es cierta, los precios oscilan
entre los 6 y los 180 euros, las armas se pueden probar
allí mismo (de hecho se escuchan disparos a cada momento)
y en Darra no hay que tener licencia para comprar un arma.
Pero a la hora de darnos a entender que su intención no
es la de vendernos las armas, se pasan bastante, o es que
piensan realmente que nuestra idea es llevar una Uzi en el
Toyota o subir a un avión con un Kalashnikov en la maleta
o mejor aún, colgado en el hombro ? Ante nuestra falta de
interés, guardan rápidamente todo el armamento y no nos
queda más alternativa que volvernos a Peshawar.
|
SWAT
VALLEY Y UN VENEZOLANO EN PAKISTAN... |
Desde
Peshawar nuestra ruta nos lleva hacia el norte de Pakistán
y después de hacer unos 200 kms llegamos a Mingora y
Saidu Sharif, ciudades que debido a su crecimiento se han
transformado en una sola. Recorremos el valle del río
Swat hasta llegar a Kalam, a 2070 metros de altura y lugar
de veraneo de los pakistaníes, quienes entre los meses de
abril y agosto se desplazan a esta zona huyendo del calor
de las ciudades. Camino de Gilgit cruzamos el Shangla Pass
(2134 mts), desde donde se tienen unas vistas muy bonitas
de la parte baja del Valle de Swat. Tres horas y media nos
llevan recorrer los 130 kms hasta llegar a Besham, en
donde pasamos la noche.
Mientras aparcamos en el hotel, llega un coche conducido
por un pakistaní llevando a una persona que para nuestra
sorpresa habla castellano y con acento sudamericano! Se
trata de Carlos Pestana, primer secretario de la Embajada
de Venezuela en Arabia Saudí, quien está recorriendo
Pakistán en busca de un Islam diferente al que le ha
tocado vivir en los últimos cuatro años en Riyadh. Nos
acompaña mientras cenamos en el hotel y prolongamos la
conversación más allá de la medianoche, acompañados
del pakistaní de la recepción que duerme en uno de los
sillones del hall de entrada. Nuestra charla no está
relacionada con nuestro viaje por Pakistán sino que se
refiere a la vida en Arabia Saudí y a la situación política
de Venezuela, país que recorrimos durante un mes en
febrero del 2003.
Nuestro encuentro resulta demasiado breve, hubiésemos
querido saber mucho más acerca de cómo sobrevivir cuatro
años en una sociedad medieval como la saudí. Por otra
parte, ser venezolano significa estar a favor o en contra
del presidente Chávez, no hay término medio, y la falta
de objetividad de la gente a la hora de defender su
postura es absoluta. Lo comentamos con Carlos y está de
acuerdo con nosotros, la sociedad venezolana está
dividida en dos sectores abiertamente enfrentados y está
claro que nada positivo puede salir de una situación tan
radicalizada. Inclusive coincidimos en que la manipulación
de los medios de comunicación, no sólo por parte del
Estado sino también de la oposición, contribuye a crear
una atmósfera que en nada beneficia a Venezuela. La
situación que se crea es de película, tres sudamericanos
hablando de madrugada sobre Chávez y su gobierno en un
hotel oscuro y vacío de Besham, un pueblo perdido del
norte de Pakistán. Por la mañana nos despedimos de
Carlos que sigue viaje hacia Islamabad, aunque nuestra
discusión política continúa hoy en día a través de
Internet.
|
LAS
AREAS DEL NORTE Y LA KARAKORUM HIGHWAY |
Son las
doce del mediodía del lunes 8 de diciembre y nos
encontramos en la mítica Karakorum Highway, que nos lleva
a la región de las Áreas del Norte de Pakistán. Pasamos la noche en Chilas, pequeño poblado árido y
desolado, y continuamos viaje en dirección a Gilgit. A
medida que avanzamos por la Karakorum Highway, las vistas
del Himalaya se vuelven cada vez más imponentes,
sobresaliendo el Nanga Parbat (8.125 metros), también
llamada la montaña asesina.
Como consecuencia de las disputas territoriales tras la
independencia de Gran Bretaña, a finales de octubre de
1947 Pakistán e India entraron en guerra. El alto el
fuego decretado por Naciones Unidas en enero de 1949 otorgó
a ambos países una parte de Cachemira y a Pakistán también
le concedió la administración de lo que hoy se conoce
como la región de las Áreas del Norte, todo ello
pendiente de un referéndum que hasta hoy no se llevó a
cabo por la oposición de India.
Como consecuencia de ello, Pakistán nunca otorgó a la
región de las Áreas del Norte el carácter de provincia.
Sería una forma de aceptar como definitivo el reparto
actual de territorio, sabiendo Pakistán que si se
cumpliese la resolución de Naciones Unidas y hubiese un
referéndum, toda la Cachemira pasaría a formar parte de
su territorio al ser de mayoría musulmana. Obviamente que
la resolución del conflicto deberá resolverse con nuevas
ideas, porque India jamás aceptará un referéndum.
Gilgit es la capital administrativa de la región de las
Áreas del Norte y el punto más importante por el que
pasa la Karakorum Highway. Situada estratégicamente en la
ruta entre China y Asia Central, la ciudad aún carece de
alcantarillado y al igual que en la mayor parte de Pakistán,
el abastecimiento de agua es deficiente y los cortes del
suministro eléctrico o la falta del mismo hacen que las
condiciones de vida sean muy duras, especialmente en los
meses de frío o de intensas lluvias.
Una mañana vemos que las tiendas del bazar están
cerradas y notamos una inusual presencia militar, mientras
que mucha gente (o sea, hombres) se dirige caminando al
centro de la ciudad después de atravesar controles
policiales. Cuando preguntamos qué es lo que está
pasando, nos enteramos que se trata de una manifestación
en contra del gobierno que intenta acabar con la separación
de sexos en las escuelas...
Salimos hacia el norte por la Karakorum Highway para
llegar al valle de Hunza. Fracasamos en nuestro primer
intento, después de recorrer 50 kms debemos regresar a
Gilgit, nos encontramos con la carretera cortada debido a
un deslave. Menos mal que en ese momento no circulábamos
por allí, basta con ver el tamaño de las piedras que se
desprendieron de la montaña un par de horas antes para
comprender que no sólo hubiese sido el final de nuestro
viaje...
A la mañana siguiente lo volvemos a intentar y por suerte
la carretera ya está despejada. A medida que subimos por
la Karakorum Highway las vistas son cada vez más
espectaculares, los precipicios dan verdadero miedo y sólo
nos cruzamos con camiones o con alguna furgoneta que
transporta gente (hombres) del lugar. La soledad y el
silencio que nos rodean, el paisaje imponente y la
majestuosidad de los picos nevados nos hacen sentir
insignificantes allí arriba.
Llegamos a Karimabad, un pueblo de 10.000 habitantes desde
el cual se puede recorrer toda la zona del Valle de Hunza.
Debido al conflicto con India y más recientemente a la
situación en Afganistán, desde hace seis años los
turistas han dejado de venir por esta zona. Esto es algo
que no sólo afecta al Valle de Hunza, sino a todo el
norte de Pakistán. Da pena que en un sitio tan hermoso
como éste se escuche decir a la gente del lugar lo mal
que lo está pasando por culpa de disputas políticas y
religiosas interminables.
Conocemos en Karimabad a Alí Madad, un chaval que habla
perfectamente castellano y con quien compartimos una taza
de té en un local en donde hace tanto frío dentro como
fuera. Estuvo estudiando castellano en Madrid invitado por
Ángel, bombero de profesión y su mujer a los que conoció
en Karimabad, quienes a su vez montaron con unos amigos un
hotel que Alí actualmente se encarga de gestionar.
|
|
|
Una calle de Peshawar |
|
Swat Valley |
|
Ushu, aldea en el Swat Valley |
|
Shangla Pass, a 2134 metros de altura |
|
Así de cargadas van las
camionetas que transportan a la gente |
|
Encuentro en Besham con
Carlos, un venezolano recorriendo Pakistán |
|
Principal y única calle
de Besham |
|
Atardecer en la Karakorum
Highway |
|
Dasu, poblado en las Areas
del Norte |
|
Vistas impresionantes de
la Karakorum Highway |
|
Chilas, petroglifos de la
época budista, siglo I |
|
Uno de los tantos puentes
colgantes en las Areas del Norte |
|
Niñas de las Areas del
Norte, es común que se encarguen del agua |
|
Karakorum Highway, nuestro
paso por el Nanga Parbat |
|
|