LAS
DESIGUALDADES
Brasil, en cuanto hace a la distribución de la riqueza, es uno
de los países más desiguales del planeta. Por eso no es
erróneo hablar de dos mundos que conviven en un mismo país y
que se manifiesta en todos los órdenes de la sociedad. El país
se divide a efectos políticos y administrativos en cinco
regiones, unas más desarrolladas económicamente que otras,
pero en cada una de ellas es posible encontrar una parte de la
población que lleva una vida cercana al lujo conviviendo con
enormes bolsones de pobreza.
Río de Janeiro es el máximo exponente de esta situación:
desde las favelas que rodean la ciudad, en donde ciento de miles
de personas viven hacinadas y cuyo ingreso promedio es de 405
reales (135 dólares), se divisan las embarcaciones de lujo
fondeadas en los puertos deportivos, más contraste es imposible
imaginarse. El Nordeste es la región más pobre del Brasil, y
pobreza es realmente lo que sobra principalmente en los pueblos
y las aldeas rurales en donde sólo el 35% de la población
tiene acceso a los servicios sanitarios básicos, pero ello no
nos impidió que en ciudades como Fortaleza, Natal, Recife y
Salvador nos hayamos encontrado con edificios de lujo frente al
mar, por no mencionar las mansiones levantadas en las inmensas
"fazendas". Es un esquema que se repite a lo largo de
todo Brasil, el lujo y la pobreza van de la mano y conviven muy
a su pesar.
En Brasil, los niños procedentes de las familias acomodadas y
la mayoría de los de clase media asisten a escuelas privadas,
de ahí que puede decirse que la educación depende de la clase
social a la que se pertenece. Si bien según ciertos informes
la calidad de la enseñanza en las escuelas públicas
últimamente ha mejorado, sigue siendo aún muy deficiente,
entre otras cosas por la falta de inversión e infraestructuras
y por los bajos salarios de los profesores. La mitad de los 1,5
millones de maestros carecen de estudios superiores, y aquellos
que poseen una buena formación ejercen en las escuelas privadas
por sus mayores salarios.
Casi todos los estudiantes universitarios proceden de los
centros educativos privados, lo que no hace más que reproducir
el ciclo de la pobreza. Resulta insólito que los centros
universitarios sean gratuitos, es decir que el Estado subvencione la educación de las clases acomodadas, porque los
pobres rara vez llegan a la universidad. Sólo alrededor del 5%
de los jóvenes de entre 18 y 21 años cursan estudios tras
acabar la escuela, y no es difícil imaginar a que clase social
pertenecen.
EL M.S.T.
En enero del año 1985 en la ciudad de Curitiba, capital del
estado de Paraná, se fundó el Movimiento de los Trabajadores
Rurales sin Tierra (MST), un movimiento campesino de base
popular que lucha por la reforma agraria. Impulsado por un grupo
católico de Río Grande do Sul, que seguramente no contaba con
el beneplácito del Vaticano, y como respuesta a la cada vez
mayor concentración de la propiedad de la tierra con el
consecuente aumento de campesinos sin tierra, este grupo
decidió articular las demandas que comenzaban a estallar
aisladamente en el país y fundó un movimiento cuya base
de acción es la ocupación de tierras improductivas.
Desde su fundación, el MST ha ocupado 3.900 latifundios, que se
transformaron en proyectos de asentamientos y atiende a más de
450.000 familias de trabajadores rurales en más de 22 millones
de hectáreas. Estas familias ya no pasan hambre en los
asentamientos, mejoraron en su calidad de vida y todas las
áreas ocupadas producen significativamente más de lo que lo
hacían cuando estaban en manos de los latifundistas. El
funcionamiento de las escuelas públicas de calidad
administradas por el MST es un hecho, y los índices de
escolarización, desnutrición, mortalidad infantil, ingresos
medios y desocupación, han mejorado notablemente como
consecuencia de la política de asentamientos en tierras
improductivas llevada a cabo por el MST.
Pero nada es gratis en la lucha por la tierra, desde 1990 han
muerto más de mil personas a causa de la violencia empleada por
los terratenientes con la complicidad de los gobernantes, jueces
y policías, y rara vez los culpables han sido procesados. Sólo
en el año 2003 han muerto 73 campesinos, un record desde 1990
debido a que con la llegada de Lula al gobierno, se
intensificaron las ocupaciones pero también la represión por
parte de los "fazendeiros".
Según
datos oficiales, existen en Brasil 100 millones de hectáreas de
tierras ociosas, localizadas en las grandes propiedades y que
podrían ser aprovechadas. Por otra parte, la Constitución
aprobada en el año 1988 plantea como principio que el gobierno
debe realizar una reforma agraria sin afectar a las propiedades
que sean productivas. Por último, teniendo en cuenta que hay
4.8 millones de familias de trabajadores rurales sin tierra en
Brasil y que las condiciones de trabajo y explotación que
existen en el medio rural son una afrenta a la dignidad humana y
lindan con la esclavitud, la lucha del MST no es sólo legal sino
también legítima
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